La retinopatía diabética es una complicación de la diabetes y una de las principales causas de ceguera. Se produce cuando la diabetes daña los diminutos vasos sanguíneos que hay en el interior de la retina, el tejido sensible a la luz de la parte posterior del ojo. Una retina sana es necesaria para tener una buena vista. Si padece retinopatía diabética, puede que al principio no note cambios en su visión. Sin embargo, con el tiempo, la retinopatía diabética puede empeorar y causar la pérdida de la visión. La retinopatía diabética suele afectar ambos ojos.
La retinopatía diabética tiene cuatro fases:
1. Retinopatía no proliferativa leve: En esta fase más inicial se producen microaneurismas, que son pequeñas áreas de inflamación en forma de globo en los diminutos vasos sanguíneos de la retina.
2. Retinopatía no proliferativa moderada: A medida que la enfermedad avanza, se produce el bloqueo de algunos de los vasos sanguíneos que alimentan la retina.
3. Retinopatía no proliferativa grave: Se produce el bloqueo de muchos más vasos sanguíneos, lo cual impide el aporte sanguíneo a diversas áreas de la retina. Estas áreas de la retina envían señales al cuerpo para que cree nuevos vasos sanguíneos para poder alimentarse.
4. Retinopatía proliferativa: En esta fase avanzada, las señales enviadas por la retina para su alimentación desencadenan el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. Esta patología se conoce como retinopatía proliferativa. Estos nuevos vasos sanguíneos son anormales y frágiles. Crecen a lo largo de la retina y de la superficie del gel transparente y vítreo que llena el interior del ojo. Por sí solos, estos vasos sanguíneos no causan síntomas ni pérdida de la visión. Sin embargo, sus paredes son delgadas y frágiles. Si presentan filtraciones de sangre, puede producirse una pérdida grave de la visión e incluso, ceguera.
Todas las personas con diabetes, tanto de tipo 1 como de tipo 2, presentan riesgo. Por ello, cualquier persona con diabetes debería someterse a un examen ocular completo al menos una vez al año. Entre el 40 y el 45% de los estadounidenses a los cuales se les ha diagnosticado diabetes presentan algún grado de retinopatía diabética.
Los vasos sanguíneos dañados por la retinopatía diabética pueden causar la pérdida de la visión de dos modos:
Pueden desarrollarse vasos sanguíneos frágiles y anormales que presenten filtraciones de sangre en el centro del ojo que enturbien la visión. Se trata de retinopatía proliferativa, que es la cuarta fase de la enfermedad y la más avanzada.
El líquido puede alcanzar el centro de la mácula, la parte del ojo encargada de la visión aguda y de frente. El líquido provoca la inflamación de la mácula, lo cual enturbia la visión. Esta patología se conoce como edema macular. Puede producirse en cualquier fase de la retinopatía diabética, aunque es más probable que se produzca a medida que avanza la enfermedad. Casi la mitad de las personas con retinopatía proliferativa también presentan edema macular.
Al principio, verá unas motas de sangre o manchas que "flotan" en su visión. Si observa manchas, acuda a su oftalmólogo lo antes posible. Puede que necesite tratamiento antes de que sufra hemorragias más graves. Las hemorragias tienden a producirse más de una vez, a menudo durante el sueño. A veces, sin tratamiento, las manchas desaparecen y puede ver mejor. Sin embargo, el sangrado puede reaparecer y enturbiar considerablemente su visión.
El edema macular y la retinopatía diabética se detectan durante un examen ocular completo. Su oftalmólogo comprueba si su retina presenta signos iniciales de la enfermedad, como:
Vasos sanguíneos con filtraciones, Hinchazón de la retina (edema macular), Depósitos pálidos y adiposos en la retina, signo de la presencia de vasos sanguíneos con filtraciones, Tejido nervioso dañado, Cualquier cambio en los vasos sanguíneos.